Esclavos y Sirvientes | ||||||
Nadie puede negar desde luego que en Egipto hubo esclavos, pero estos no representaban la generalidad, sino una insignificante minoría formada por prisioneros de guerra extranjeros, (principalmente libios y nubios durante el Reino Antiguo, y sirios y palestinos durante el Nuevo), un colectivo al que algunos autores añaden los ciudadanos del propio país que perdieron su libertad tras haber sido condenados por un delito, aunque estos últimos si bien estaban sometidos al mismo régimen de trabajos forzados de los anteriores, no por ello tenían igual consideración. En cualquiera de los casos eran desde luego gentes sin derechos, obligadas a realizar duras tareas en las que los azotes podían ser habituales, y que serían perseguidas hasta la extenuación en caso de huida. Respecto a sus funciones eran muy variadas, pues iban desde la extracción de piedras o metales en las canteras y minas, hasta la construcción de diques y limpieza de canales para un mejor aprovechamiento de las aguas del Nilo, pasando por el desarrollo de tareas agrícolas. En los inicios de esta civilización, (en que se les aplicaron los apelativos de “vivos para matar” o “muertos vivos”, dos conceptos que han llevado a múltiples errores al pensarse que esta condición literal se mantuvo durante toda la historia egipcia, lo cual no es cierto, ya que fuera de esos inicios el respeto general con que los habitantes del país de las pirámides y la esfinge veían la existencia humana convertía en impensable el que sus dueños pudieran disponer a su antojo de sus vidas), los esclavos eran propiedad exclusiva del Faraón, el cual tomó sobre todo a partir del Reino Nuevo la costumbre de regalarlos en ocasiones a aquellos cortesanos que se hubiesen hecho acreedores de tal premio, los cuales desde ese momento podían venderlos, comprarlos, o alquilarlos para que trabajaran para otros, costumbre esta última al parecer bastante habitual, pero sobre la que sin embargo se poseen pocos datos antes de la dinastía XIX, ya que hasta entonces los contratos de arrendamiento eran verbales, no siendo hasta la época de Ramsés II en que se hacen escritos.
Como complemento a estos grupos particulares de gentes se encontraba una gran multitud de habitantes del país, quienes teniendo como profesión la de criado o sirviente, eran sin embargo libres por completo, desarrollando pues su trabajo de forma voluntaria a cambio de una compensación económica, y siendo tratados consecuentemente con total respeto por parte de aquellos para quienes desempeñaban sus funciones. En tal condición podían contraer matrimonio con quien desearan, eran propietarios de bienes de los que disponer a su antojo, y por supuesto tenían la facultad de legarlos a sus hijos. Para un egipcio servir era algo completamente noble, pues no en vano el primero de los servidores, (aunque en este caso no de una persona concreta, sino tanto de las divinidades como de su pueblo), era el Faraón. Había desde luego ocasiones en las que el país necesitaba del aporte del esfuerzo de miles de personas para llevar a cabo una obra de magnitud considerable, pero en estos casos las gentes que lo desarrollaban no por eso cumplían su cometido con el status de esclavos, sino que en cierto modo era su manera de contribuir cumplimentando una forma especial de impuesto a través de la participación en esa obra, la cual por otro lado y en muchos casos revertía en una mejora social de la que todos salían beneficiados. Citar como añadido que a los mencionados esclavos obligatorios y sirvientes voluntarios se añadía un tercer tipo de personas que se desenvolvían dentro de un régimen de “esclavitud relativa”: eran por un lado aquellos que se adscribían al culto de una divinidad en un templo, para lo cual se integraban en una comunidad sagrada a la que donaban todas sus posesiones (a cambio de lo cual esta ultima satisfacía de la mejor manera todas sus necesidades), y por otro quienes demasiado pobres para subsistir por propia iniciativa, se vendían a sí mismos a cualquier personaje solvente que a cambio de su trabajo y sumisión les otorgaba una protección y un mantenimiento digno y adecuado. La institucionalización de los servidores fue algo tan fundamental y necesario para la buena marcha del país, que incluso en el Más Allá se procuraba que estos también estuvieran presentes, para lo cual se depositaban en las tumbas unas pequeñas estatuillas llamadas Ushabti, cuya misión era precisamente la de llevar a cabo toda clase de tareas en sustitución de su propietario, el cual, tras pronunciar una fórmula o conjuro, las convertía en una persona apta para el desempeño de cualquier función.Este seria mi personaje.Atte Anapauuu :) (: | ||||||
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jueves, 17 de febrero de 2011
Esclavos y sirvientes
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Lalo eso es lo de mi personaje
ResponderEliminarAtte:Anapauu